Moisés Lira Serafín

[Sacerdote, religioso, fundador]

Nació el 16 de septiembre de 1893 en Tlatempa, Zacatlán, Puebla; en el seno de una familia profundamente cristiana, hijo de Pedro Lira y Juliana Serafín, quienes tuvieron seis hijos. La primera infancia de Moisés se desenvolvió en el ambiente tranquilo de Tlatempa gozando de la alegre presencia de sus padres. El 14 de Septiembre de 1898 cuando apenas iba a cumplir cinco años muere su madre y esto dio un giro a su vida, que comenzó a ser díficil e itinerante, pues Pedro, su padre, era maestro y director de la escuela parroquial y cuando trasladaban al párroco a otro lugar éste acostumbraba llevarse al maestro Pedro para que se hiciera cargo del colegio. Por su parte, Pedro también solía llevar consigo a sus hijos Moisés y a Hermelinda para que cuidara de éste. Moisés llegó con su padre a Huejotzingo, Puebla, el año de 1906. Pedro contrajo matrimonio por segunda vez, dejando a Moisés con el cura Francisco Hernández, pues Hermelinda su hermana, se había casado en Amozoc. Adolescente conoció a la Madre Victoria Ortega, religiosa Josefina, quien se interesó por él al ver su especial inteligencia, sencillez, ingenuidad, candor y gran amor a la Eucaristía, lo cual daba indicios de buena vocación sacerdotal. Le propone entrar en el seminario bajo el cuidado de una bienhechora Petra Munive, quien apoyaba a las vocaciones sacerdotales hasta llegar al sacerdocio; ella lo acepta como miembro de su familia y desde ese momento se hace cargo de él. Ingresa al seminario Palafoxiano de Puebla donde cursó cuatro años de Latín como alumno externo. En 1912 hizo sus primeros ejercicios espirituales, siendo decisivos en su vida.

 

 

 

 

 Invitado por el padre Félix Rougier, entra a formar parte de la nueva congregación de los Misioneros del Espíritu Santo, siendo el primer novicio. Profesó el 4 de febrero de 1917. Fue ordenado sacerdote el 14 de mayo de 1922 y el 25 del mismo año hace su profesión perpetua. Sus primeros años de ministerio se ven enmarcados por la persecución religiosa, hecho que no impidió su celo apostólico: visitaba a los enfermos en los hospitales, iba a las cárceles llevando el consuelo de Jesús Eucaristía; celebraba, confesaba, era generoso y valiente, se exponía a la prisión, al destierro, e incluso a la muerte. A su regreso de Roma en 1928, continúa su apostolado en el confesionario donde pasaba largas horas aconsejando y orientando. Su método: la exigencia, ternura, dejar actuar a Dios, comprensión, recogimiento, propiciar la unión con Dios, despertar la inquietud por un compromiso apostólico. Deseaba hacer el bien en todas sus formas. Su celo apostólico lo impulsó a formar grupos de acólitos y catecismo, atendía con entusiasmo las asociaciones a él encomendadas y estableció grupos de señoritas cuyo objetivo era propiciar el crecimiento espiritual y el ejercicio del apostolado. Movido por su anhelo de hacer el bien y dar respuesta de amor filial al Padre de los cielos, el 29 de marzo de 1934 fundó la congregación de Misioneras de la Caridad de María Inmaculada teniendo como misión ayudar a todos los hombres a vivir como hijos amados de Dios. Vivió con autenticidad el espíritu de las Obras de la Cruz, haciendo de su vida una alegre oblación al Padre en amor, pureza y sacrificio; su lema fue el mismo de Jesús Hago siempre el agrado de mi Padre. El Siervo de Dios murió con fama de santidad el 25 de junio de 1950, en la ciudad de México. Su causa de Canonización se introdujo en el año 2000: fase Diocesana del 4 de febrero al 18 de septiembre del 2001; la fase Romana inició el 25 de octubre del 2001.